Hasta ahora, un museo sobre África era un referente vacío en Colombia, pero en el Magdalena medio, en un lugar testigo de una turbulenta historia, se levanta una construcción sólida y grande que alberga una magnífica colección de grabados de los siglos XVIII y XIX, unas valiosas esculturas en madera y una recopilación de fotografías de personas africanas y sus descendientes. Se trata del museo que aloja el Parque temático
Hacienda Nápoles, que fue durante un largo decenio la “finca de recreo” del capo Pablo Escobar y hoy está convertido en un parque, un zoológico que resguarda ejemplares de la vida silvestre africana y en un lujoso hotel de cinco estrellas. Surge la sospecha de si el museo existe por coincidencia pues en Colombia el tema de África y de afrodescendientes no ha figurado en las agendas de los museos, más bien persiste la invisibilidad étnicorracial de esta población en los lugares en donde la Nación realiza la difusión de la historia de sus pueblos.
Umbral de zoología prestada
Nadie se imaginó que la irrazonable extravagancia del narcotraficante se aprovechara para crear el único museo sobre África que existe en Colombia y por muchos aspectos, este sitio constituye un punto de cambio, tal vez originado por la referencia a la fauna exótica traída del África a la Hacienda para su singular zoológico, que dejó su eco en el aire. Para empezar vemos allí un paisaje de laderas y colinas pobladas de antílopes, cebras, búfalos, micos y mamíferos carniceros, mientras los hipopótamos nadan en los lagos y estanques —tal vez de igual forma como lo harían cuando estaban en su sitio de origen—, para refrescarse del calor que producen los 35 grados centígrados de temperatura.
Este umbral de zoología prestada, es una ilusión desprovista de toda realidad, pero establece nexos íntimos para desembocar en la historia precolonial del África Central. Volviendo a sala de la exposición, me sorprendió encontrar el dibujo de Thibinda Ilunga (siglo XVII), rey Luba, héroe civilizador, cazador, guerrero y profeta bantú (c. 1665-1687). El extenso territorio luba corresponde a lo que se conoce hoy como la República Democrática del Congo, el noreste de Angola y el norte de Zambia, antes de que los portugueses y los belgas lo despojaran y lo invadieran. De allí, y durante 300 años, miles de personas fueron enviadas por los esclavistas al continente americano; en Colombia figuraron como congos y angolas en los registros coloniales; algunos de ellos son los ancestros de nuestros afrocolombianos.
Al lado de la muestra del glorioso imperio Luba, se sitúa una sala de paredes cubiertas con fotografías de gran formato que conmemora a héroes y las heroínas dentro y fuera de los límites de África. El muro es un elogio, un homenaje a los ideales de paz de los africanos, a su resistencia, pero también es un monumento a la contribución de África al mundo: ahí está Mandela, Obama, Wole Soyinka, Tony Morrison, Martin Luther King, entre otras personalidades. Entre los grandes, dignificado, está Benkos Bioho, nuestro héroe nacional, el cimarrón y libertador de Palenque de San Basilio.
Glorioso pasado y presente
Pero esa pared que rodea la exposición sobre África no impresiona bien a menos que se conozca su historia y su relación con Colombia, y con el mundo si queremos ser más universales. La estrategia narrativa de la exposición se vincula más con el glorioso pasado y presente del continente —lo que es muy merecido—, pero el asunto de la trata atlántica, pasa casi inadvertido. La alusión a ello se presenta junto con otros modelos de explotación e infamia que utilizó la Europa imperial para desangrar este continente. Un solo panel con el rótulo de Las infamias presenta la expansión e imposición de la religión, la extracción de minerales preciosos y la esclavización de los africanos, aunque se elude la mención a los europeos, esclavistas, colonizadores y colonizados. Esta ligereza todavía por colmar borra las temporalidades, borra la responsabilidad histórica que tiene occidente con este continente y con su diáspora.
Pese a esa carencia, me regocijó sentirme al frente de una curaduría alternativa y bonita, custodiada por un gran guerrero zulu. No dudo de que la iniciativa prepara el escenario, es un instrumento de referencia y empoderamiento; más aún, es fuente para entender el glorioso pasado de los ancestros de los afrocolombianos.
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