May 31, 2016
“European ghost” — Re-presentación del arte africano en el siglo XXDel julio 4 de 2015 al enero 3 de 2016
Kunstmuseum aan Zee (Mu.ZEE), Oostende, Bélgica
¿Cuáles son los fantasmas europeos? Es la pregunta que me hago como espectadora no europea en una exhibición que presenta de manera muy didáctica la forma en que África y su arte — por consiguiente, los africanos— han sido re-presentados y percibidos por occidente: “arte negro”, “arte primitivo”, “arte étnico” son los apelativos que han utilizado artistas, intelectuales e investigadores para designar un conjunto de manifestaciones sagradas y profanas producidas por los pueblos del África, de aquellos que habitan en la zona subsahariana.
Grabados, fotografías y documentos escritos por los recién llegados al Congo para explorar las riquezas naturales que nutrieron la Colonia y a los colonizadores son el punto de partida y de llegada de la exposición. La selección de una cincuentena de objetos es el testigo del comienzo de las colecciones europeas y la colección más importante que existe en occidente sobre África central en el Royal Museum for Central África en Tervuren. Máscaras y estatuas son “souvenirs” que atestiguan dos tomos de la memoria: Uno aquel que se refiere a la codicia y la brutalidad de los acontecimientos históricos de la colonización y la Colonia, y el otro la evidencia material fuera de África de una diversidad de pensamiento y creencia y forma de vida que aún hoy siguen siendo saberes sometidos y descalificados.
Todo esto se comprende mejor cuando se analiza la ideología que comporta la idea de inferioridad al crear una genealogía del “arte africano en occidente”. Una estirpe de métodos y descripciones que empieza con los análisis de los primeros etnógrafos para terminar con la historia del arte de África. Colecciones ahistóricas como las que construyeron museos y artistas — Picasso, Matisse, Apollinere, entre otros —, un arte sin creador, anónimo, sembrado acá desde el inicio en la ignorancia a cerca de la historia cultural de esos objetos y los acontecimientos que provocaron su fundación. La ausencia de esta información es crucial a la hora de otorgar el significado completo de los orígenes y los valores que envuelve el arte africano. En otras palabras “Arte Africano” sí, pero no su gente, sus pueblos y sus culturas.
La idea de que las cualidades del arte africano son equiparables con el arte moderno, y que una y otra manifestación están en el mismo plano es una enunciación de la lógica fantasmagórica que muestra la exhibición, estrechamente emparentada a la supresión del legado cultural africano. La desaparición del valor religioso, es decir, la reducción del arte a las formas estéticas que nutrieron occidente — por ejemplo, a la obra de Kandinsky o de Picasso — reposa sobre la idea de despojarlo de lo invisible que lo proclama y de aquello que hace posible su existencia. En realidad, las formas, responden a convenciones formales reconocibles por los miembros de cada comunidad; es la forma material de lo sagrado que ellos, cada pueblo africano, ha escogido para honrar a los ancestros. Es lo sagrado que se expone a la mirada de aquel que lo venera.
La muestra comienza con la Exposición Universal en Bruselas en 1897, atraviesa el siglo XX y concluye con la obra de la artista contemporánea Keniana Wangechi Mutu. El recorrido de 100 años enseña múltiples formas de representación de estas culturas, incluida —tal vez constantemente— la racialización de los africanos. Fantasmas europeos finaliza, o tal vez comienza, con el examen de la sucesión de eventos del siglo XX y el solapado convenio que existe entre el arte, museo y política. Ahí el trabajo de Mutu pone puntos suspensivos entre lo arcaico y el devenir; sus collages ilustran la eterna marcha turbulenta de este continente. Su trabajo manifiesta el comercio ilegal de diamantes y las consecuencias de la opresión histórica y de la guerra.
Quisiera seguir hablando de la exhibición, pero prefiero retomar el argumento sobre el legado colonial y de la esclavitud. Supongo que la organización o valorización del material cultural desde una determinada concepción, define la percepción hacia el pueblo que es sujeto (objeto) de exposición. Estas narraciones museográficas se repiten década tras década con algunas innovaciones, no muchas, en las que lo esencial no cambia, y ahí yace el gran fantasma —recordemos que es un siglo de exposiciones— la ausencia de los africanos, situados en el “sin lugar”.
Foto: Tony Saulnier (1926-1968), A Paris, rue Jacob, le dîner des collectionneurs de têtes, en: L’art nègre, Paris Match, 1966